Estimados asiduos de la cultura, si todavía existe este mote (no sé si la RAE se ha encargado de suprimirlo definitivamente). Hoy hemos cavado un metro más de la fosa donde depositaremos dentro de nada el arte. No es de extrañar que el agujero sea profundo, puesto que en los últimos años nos estamos esforzando por darle una sepultura rápida y sonada.Efectivamente, por si alguien no se había dado cuenta, hago alusión al apoyo y aprobación de la desgraciadamente popular (y populista) Ley Sinde.
Es un gran día para la cantidad de gusanos y parásitos que residen bajo tierra (algunos hasta en Miami) y ven aproximarse el cadáver de la Música y demás variantes artísticas a sus sorprendentemente necesitadas bocas, repleto de éxito, fama y dinero (nutrientes fundamentales en la dieta de los mencionados especímenes). Llevan algunos lustros llorando y quejándose de que en los tiempos que corren, donde la gente ahorra para ser pobres como dijo cierto iluminado, se comercie gratuitamente con los productos en los que han trabajado. Dicho así todo el mundo consideraría a esta acción un hurto, robo, atraco, etc. Sin embargo, si nos paramos a vislumbrar el panorama en su totalidad puede que nos llevemos una sorpresa. Toda esta masa de “artistas” declara que el llamado “pirateo” vulnera la propiedad intelectual del autor, sin embargo esto se elimina (la propiedad intelectual nunca mejor expresado) si a cambio recibe éste un holgado beneficio. Asombrosamente existe un número cada vez mayor de Músicos y Artistas que publican su trabajo de forma gratuita y desinteresada. Seguramente sea porque el esfuerzo de ambas partes no es el mismo, ni mucho menos. Mientras unos generan un subproducto vacío, monótono, con un patrón repetitivo y un valor monetario muy por encima de su valor cultural, los otros ofrecen su sudor, ilusión, noches en vela y su dinero en forma de trabajo (por norma general) de una calidad notable o por lo menos respetable (y encima se permiten el lujo de organizar buenos conciertos e incluso ser humildes y agradables con sus seguidores). ¿Quién roba a quien, señores?
Por si todo esto no fuera suficiente, alguno tiene la cara dura de decir que estos llamados “artistas” se están muriendo de hambre y que no pueden pagar la gasolina de su yate, ni comprarse esa casita en la playa que tanto desean mientras el resto de ladrones piratas malos malísimos de alma negra viven su vida a placer, viajando cómodamente y bien acompañados en transporte público, alojándose en sus mansiones de 30 metros cuadrados y asistiendo a fiestas donde se reúne toda la élite del panorama proletario.
¿Se puede vivir del arte? Pues depende del concepto de vida de cada uno. Si vivir es aportar algo a los demás, (no solo las migajas de lo que te sobra para los pobrecitos de otros países mientras los del tuyo malviven) con el trabajo que te hace feliz y te llena, se puede. Pero éste no es el modus vivendi de los estafadores culturales que pretenden sacar oro de las deposiciones que nos presentan, haciéndonos creer que ofrecen el néctar de los dioses cuando son los restos de serie de un pícaro comerciante ansioso por engrosar un poco más su fortuna.
Como amante de la música, literatura, cine y todo aquello que no está de moda actualmente me duele que se use el arte como cortina de humo para tapar agujeros mayores y más peligrosos. Por suerte, aun queda gente que cree en la salvación cultural en un país de patriotismo intermitente, capaz de renunciar a su puesto por sus ideales. Más de uno debería tomar ejemplo.
martes, 25 de enero de 2011
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Magnífico post. Lo que defiende la Ley Sinde (cencia) no son los derechos de los autores, sino los de los intermediarios, que son quienes tienen el poder económico. Y algunos autores mimados por esa industria (en Miami o no) se sienten tan identificados con ella que reniegan de su condición.
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