viernes, 10 de septiembre de 2010

Carta a Libertad

Volvemos a la carga poco a poco...Estoy intentando obtener más variedad de mi cabeza, y aunque es complicado, a veces salen cosas como esta.

Libertad; apellido de tantas lenguas, abuso de innumerables labios, panacea de cuellos doloridos. Medio mundo pone tu nombre como meta y el otro medio te cuelga el cartel de acérrimo rival. Eres deseada, temida, amada, odiada, pretendida, evitada, mas ante todo desconocida. Nadie te ha visto, ni sentido, ni gozado, ni tan siquiera acariciado con la yema de los dedos una milésima de segundo, pero todos hablan de ti como si te conocieran, ensalzando tu leyenda hasta el punto de llegar a matar o morir por llamar tu atención.
Libertad; cansado de ser un mísero pretendiente más de esa larga lista que tienes en tu haber, vengo a derrocarte, a bajarte del trono que entre tantos hemos construido. ¿Qué ocultas para que todo el que te ha tenido en frente haya acabado reculando en el último instante?
¿Qué escondes para que hasta la naturaleza te rechace? El agua se estanca y se filtra en la tierra buscando compañía, el sol impacta contra el suelo pudiendo hacer el recorrido que desee y el aire, firme candidato a ser tu cómplice, huye de ti subyugándose a los pulmones de cada ser vivo.
Libertad; hipócrita inocente. ¿Acaso no es ser libre atarse a tu figura? ¿Perseguirte y ansiarte no es a la vez perderte? Pero, ¿qué vas a hacer tú si ni tan siquiera predicas con aquello que promueves? Si eres la primera que vives anclada a una palabra.


Intentando cabalgar de nuevo