viernes, 26 de noviembre de 2010

Actuada realidad

Siento ser inconstante, pero las ideas salen cuando ellas quieren(al menos las buenas ideas,en mi caso las menos malas).


Tras el viejo telón, compuesto de retazos de otras telas, se esconde un despacho de attrezzo tan frío y desalmado como si de uno real se tratase.

Una luz tenue ilumina la apolínea figura del Buen Director, concentrado en parecer ocupado en algo.

Entra en escena la Actriz de Método, seductora y obediente. El apuntador no tiene nada que decir, puesto que fue despedido antes de ser contratado. El Buen Director, como no podía ser de otra forma, inicia el diálogo, dejando entrever su astucia y elocuencia académica. Ordena entre coqueteos a la Actriz de Método que se ciña al guión que marca su próxima obra y olvide la improvisación. Debe romper el corazón del Bufón, antaño flamante Arlequín, de una manera cruel y despiadada. Ella, pese a haber compartido cientos de escenas con su antiguo compañero, acatará sin hacer muecas las directrices de su superior; es una profesional con los ojos puestos en su futuro y carmín oxidado en los labios. Estrechan firmemente sus manos mientras el Buen Director revisa su agenda y cuida su línea.

Las luces se apagan bruscamente y al volver a brillar el escenario ha cambiado de aspecto.

Aparece el Bufón, exhibiendo sus cabriolas mecánicas y premeditadas. Tras una mampara de hielo se encuentra la Actriz de Método, memorizando el texto y aclarando su garganta. Le anuncia con voz firme y sobreactuada que no volverán a compartir plano, guión ni diálogo. Dice que quiere avanzar profesionalmente y en su compañía estaría encasillada de por vida. El Bufón, que olvidó la ingenuidad en el otro disfraz, intenta recordarle inútilmente todos sus trabajos anteriores, pero la Actriz de Método ya celebra su triunfo con el Buen Director.

Desorientado y con miedo, el Bufón entre bambalinas empieza a deshacerse de su vestimenta. De repente, en la platea se levanta de su asiento la Observadora Paciente. Abandona al resto del público y se dirige al camerino. Sin mediar palabra, se encuentra frente a frente con el Bufón. Lo vuelve a ataviar de Arlequín y clavándole la pupila en su turbia mirada, acaricia dulcemente sus manos mientras arde el telón, el escenario y el teatro.


Cuentas saldadas. Algúna vez seré constante...

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